Monografias.com > Sin categoría
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

¿La cibersociedad mejora la comunicación? (página 2)




Enviado por Djamel Toudert



Partes: 1, 2

 

Paralelamente a la moderna concepción de ergonomía,
el diseño es nuestra vieja herramienta que ha
emergido en los últimos años con todo su esplendor.
Y decimos vieja porque desde que somos Homo, desde el
Homo habilis, venimos diseñando objetos para
resolver nuestros problemas. Y
decimos ‘que ha emergido’ sabiendo que siempre estuvo
ahí, acompañándonos a nuestra especie.
Inconscientemente, sobre todo durante el siglo XX, alteramos el
medio ambiente
que nos rodeaba para hacerlo "más habitable". Esa es la
inherente esencia de la tecnología: sustituye
a los lentos mecanismos evolutivos de adaptación al
entorno para poder, de una
forma cada vez más rápida, seguir subsistiendo en
el nuevo mundo que nos hemos inventado. El diseño
pretende que todos vivamos mejor, resolviendo problemas
cotidianos, que fueron de adaptación a nuestro entorno
–antes ecosistema– y
supervivencia en un inicio, y que en la actualidad –y desde
hace algunos milenios- son de adaptación al nuevo entorno
modificado que hemos ido creando. A este entorno artificial lo
podemos denominar ergosistema, en analogía estricta
con el concepto de
ecosistema, pero referido a nuestro humanizado contexto,
modificado por la mano humana, ejecutora del cerebro. En el
ergosistema se relacionan las personas con los objetos, y ambas
lo hacen en un contexto espaciotemporal específico. Y es
en esa tríada de relaciones en las que las personas se
comunican entre sí, con los objetos y con el medio,
mediante los sentidos como
herramientas
esenciales y el cerebro tutelando e integrando la información semiótica que de ellos recibe. Recopilando,
en los diversos marcos conceptuales en los que aparece, la
cibersociedad se presenta a la vez como entorno modificado
–ergosistema- y como una adaptación más a la
que hemos llegado en nuestra cultura. En el
fondo es una semántica dual heredada del propio concepto
de sociedad. La sociedad se
define (1) habitualmente de forma ambigua en los diccionarios
de español
(como el de la RAE) bien como una simple ‘reunión
de personas, familias, pueblos o naciones’
, o bien como
una ‘agrupación natural o pactada de personas con
el fin de cumplir, mediante la cooperación, todos o
algunos de los fines de la vida.’
. Uff (2). Los
fines de la vida, ni más ni menos. Algunos diccionarios
añaden además: ‘También se puede
aplicar a los animales.
’. Para rematar. La primera
definición de sociedad es algo más laxa, y
más sencilla. La segunda, aparentemente más
específica, incluye varias cortinas de humo. Para empezar,
plantear si la sociedad es ‘natural o pactada’ parece
contraponer ambos conceptos, o ¿es que los pactos y la
cooperación no se producen de manera natural en los
primates? La alusión a los conocidos textos
clásicos de Hobbes,
Rosseau y Locke, parece obligada. Y después están
los ‘fines de la vida’. Sinceramente, creo que a la
mayor parte de lectores, como a mí mismo, nos interesan
mucho cuáles son los fines de la vida, pero quizá
mis fines no sean los suyos, y viceversa, y en cambio estamos
en la misma sociedad, o en sociedades
cercanas, o –si están leyendo este texto en la
red– en la misma
cibersociedad. Por otra parte, dadas las elevadas posibilidades
combinatorias existentes en las agrupaciones de personas
–clásicamente con cercanía espaciotemporal-,
deberíamos hablar de sociedades en vez de sociedad,
y de cibersociedades, en vez de cibersociedad. Por tanto, si algo
podemos concluir de las fallidas definiciones de sociedad
(3) es la necesidad de las personas, como elementos
conformantes de las sociedades (y de las cibersociedades), y de
una cooperación o relación positiva entre ellas,
para la cual es imprescindible la
comunicación. Además parece ser que nos
reunimos con fines comunes, y que en la subsistencia de la
especie humana, como en la de otros primates, fue imprescindible
el vínculo social. Los fines comunes de partida fueron
más que ‘fines de la vida’, ‘fines para
la vida’. Pensando en los primeros grupos de
homínidos, no muy numerosos, incluso se puede admitir la
debatida versión más radical de las tesis de
biólogos como Dawkins: el egoísmo genético.
Es decir, el altruismo social podría estar justificado en
un inicio para la supervivencia de grupos genéticamente
muy próximos, prácticamente clanes
familiares.

2. Cibersociedad y
comunicación

Ya habrán notado varias discrepancias entre las
sociedades –entendidas clásicamente- y las
cibersociedades, tal como se suelen entender. En la cibersociedad
(4) el vínculo entre personas ya no necesita de una
cercanía espaciotemporal. Puedo comunicarme con personas
muy lejanas físicamente, de un continente a otro
–este Congreso es un ejemplo-, en lenguas distintas
–gracias a los cada vez mejores traductores -, y sin que mi
mensaje sea respondido al instante, como cuando mandas un mensaje
a un foro de debate y te
responden horas más tarde, quizá porque cuando
tú lo mandaste la persona que te
responde estaba durmiendo, en otro continente. Hay algunos
condicionantes comunicativos tradicionales que la cibersociedad
se ha saltado, de los que podemos prescindir en el medio virtual.
La cibersociedad no sé si surge de manera natural, en el
momento en el que el contexto virtual aparece, o pactada; como en
la sociedad, la cibersociedad se genera a raíz de un pacto
no escrito de colaboración entre las personas que, este
caso detrás de cada ordenador, se comunican. Los fines de
cada una de esas vidas pueden ser muy distintos, pero saben que
en la cibersociedad tienen su espacio, quizá una
web, quizá un chat o un foro, que les une a
kilómetros de distancia. ¿A ver si va a ser que en
la cibersociedad se reúne la gente según los fines
de su vida? La cibersociedad es un ergosistema que no es
común en todas las sociedades, no cohabita en toda
sociedad, pues su extensión no es todavía global, y
no existe en muchas culturas. La cibersociedad, como hemos dicho,
aparece en las sociedades en las que está presente de modo
multiforme. La cibersociedad no es la misma en todas partes,
afortunadamente, porque aunque posee una enorme fuerza que
tiende a homogeneizar, se manifiesta de múltiples maneras,
e incide en cada sociedad integrándose, queramos o no, en
su cultura, y modificándola. Parece que el cuerpo nos pide
pronunciar la palabra: globalización. La cibersociedad forma parte
de esa comunicación planetaria que nos conduce a
hablar de globalización. Es una nueva agrupación de
personas, una reciente sociedad con unos fines comunes. Acecha el
peligro de la pérdida de identidad
cultural, y que cada vez nos parezcamos más en el
cibermundo, y a la vez aparecen recovecos en la red en los que se
crean nuevas identidades culturales. Se contraponen dos fuerzas,
una homogeneizadora, y otra que dispersa a los individuos. Como
hablantes de una nueva variedad lingüística que, conocedores de la
existencia del diccionario,
mantienen viva su lengua, sus
jergas y su identidad, innovando y generando nuevos mundos. Y
entonces, vemos que la cibersociedad son más que personas
unidas a lo lejos. Eso ya lo hacía el teléfono fijo y nadie habló de
telefonosociedad. Hay un soporte informativo constante en
la red, no efímero: la comunicación
telefónica tradicional solía acabarse con la
última exhalación del emisor y del receptor. Se
cortaba la comunicación y ya no había más
transmisión de información. Estaban aquellos
números de información horaria o
meteorológica, con los que jugábamos de niños,
mientras una máquina iba diciendo la hora o repetía
el pronóstico del tiempo para
aquel día. Información ‘colgada
en el teléfono, fíjense. El teléfono, como
otros medios de
comunicación, salvó el vínculo espacial
comunicativo, pero no el temporal (5). En principio
además sólo funcionaba por el canal oral-auditivo,
hasta que llegó la videoconferencia. La red contiene
constantemente miles de informaciones colgadas, accesibles (me
permito esta primera aparición inapropiada, tras el
título, del término accesible), al menos para un
usuario sano. Tenemos comunicación cuando queramos y, como
con los libros,
podemos disponer de las páginas web a voluntad
(siempre que la conexión no nos juegue una mala pasada,
todos peleamos con nuestros primeros módems). Las
informaciones de las que disponemos y que podemos transmitir en
la actualidad ya no son sólo visuales, sino también
auditivas: la cibersociedad es reflejo de un mundo cada vez
más audiovisual. Los otros sentidos, el tacto, el olfato y
el gusto son los olvidados de la cibersociedad. Curiosamente el
olfato lo tenemos bastante atrofiado hace siglos, aunque
sobrevivan narices excelentes y muy cotizadas en la
enología y la industria del
perfume. El tacto por su parte cada vez lo usamos menos: cada vez
nos tocamos menos. Entiéndanme, no sean malpensados, estoy
hablando en general. Pensemos en las demostraciones de afecto que
manifestamos a lo largo del día, en cuántas veces
acariciamos, o rozamos a nuestros seres queridos. Parece que a la
sociedad de le falta tacto. El gusto, por su parte, sí
goza de buena salud en la sociedad,
incluso está en la cresta de la ola. Así se
concedió el reciente premio Ciudad de Barcelona, 2004, a
la imagen de la
ciudad, a el conocido cocinero Ferrán Adriá. Y
cuando en la sociedad un tipo de comunicación está
de moda, por
extensión aflora también en la cibersociedad
–en forma de múltiples sitios gastronómicos,
por ejemplo-, mostrándonos ese estrecho vínculo que
tiene con la sociedad del momento. Algunos pensarán que
los comentarios anteriores sobre la poca relevancia del resto de
sentidos, los no audiovisuales, pueden ser excesivos dada la
tecnología actual que sustenta la cibersociedad. Me
permito la libertad de
imaginar una cibersociedad multimodal en la que se transmitan
sensaciones ahora prohibidas: olores, sabores y sensaciones
térmicas y táctiles. La tecnología ya
llegará. En los procesos
comunicativos de la cibersociedad, el interlocutor está
allí, simplemente en forma de información en las
webs, o de receptor humano de nuestros mensajes de
correo
electrónico que enviamos a la espera de que sean
leídos en breve por nuestros amigos, familiares, clientes o
amores, porqué no, residentes en la distancia. Podemos
compartir una conversación en el chat,
también viéndonos y escuchándonos, al abrigo
de una voz o de un texto. También hay riesgos de
pérdida informativa, de fallos en la comunicación
–no contradiremos ahora a Shannon-, como cuando aquella vez
el filtro de correo electrónico no deseado
confundió el correo de un amigo con spam;
será que los correos electrónicos mantienen esa
mínima parte del riesgo que
tenían los románticos mensajes en una botella,
lanzados al mar de la red, aunque sabemos que, casi con toda
seguridad
llegarán a sus destinatarios. Porque los correos
electrónicos personales – no los publicitarios-
suelen tener destinatarios claros, ya sean conocidos o no, aunque
otro tipo de comunicaciones
en la red, como los foros de amistad o de
relaciones, muchas veces sí son análogos
contemporáneos a los mensajes en una botella: mensajes de
amor y de
necesidad de compartir. Será que somos sociables por
naturaleza.

3. La afasia
social

La sociedad del conocimiento
juzga la inteligencia
de las personas por lo que dicen. Y esta afirmación que
nos puede parecer lógica
en un principio, sin embargo es totalmente injusta al olvidarse
de dos cosas: de la comunicación no verbal y de la gente
enferma. O lo que es lo mismo, de cómo se dicen las cosas,
y de que a veces hay gente que tiene mucho más dentro de
sí que lo que puede expresar. La comunicación no
verbal, marginada durante años, ahora está de moda.
Resulta que analizando los gestos faciales, las miradas, la
expresión corporal o el tono de voz podemos descubrir
mucho de quién nos habla. Y a la gente le gusta aprender a
descubrir al impostor, al que nos dice ‘digo’ con su
voz mientras su cuerpo dice ‘Diego’. Y así
pasaron por el tamiz del análisis no verbal las miradas de Letizia
Ortiz al Príncipe antes de anunciar su compromiso, los
gestos de Bush y Kerry en el reciente debate televisivo en su
carrera hacia la Casa Blanca, o las expresiones de Mariano Rajoy
en el congreso de su partido mientras un telón de fondo de
miembros del PP parece respaldar (incluso en un sentido
etimológico) sus palabras. Podíamos quitar el
volumen del
televisor y comprender. Ahora bien, algo le está pasando a
nuestra comunicación no verbal. No a la de los
políticos, ellos ya se cuidan de tener unos buenos
asesores de imagen que transmitan sus mensajes y convenzan (unos
más que otros) a la opinión
pública. Hablo de la del día a día.
Cuando el cansancio cotidiano es el que marca nuestra
gestualidad, y los que más nos quieren, los que tenemos
más cerca, sufren las muestras de indiferencia. Porque es
la indiferencia la tónica del mundo urbano: basta viajar
en el metro para comprobarlo. Miramos a nuestro alrededor y hay
pocos rasgos faciales que cambien; quizá una sonrisa que
contempla a un niño pequeño que mira por la
ventana, o un par de jóvenes –suerte del amor-
escandalizando a una pareja mayor. Y es que
paradójicamente nos han enseñado a no expresarnos
en la sociedad de la información. O mejor dicho no nos han
enseñado nada de expresión en la escuela. Ni oral
ni corporal. En la enseñanza seguimos realizando
exámenes escritos, mientras la sociedad luego te
evalúa de otra manera. Vas a una entrevista de
trabajo y se
analiza tu forma de vestir y tu tono de voz, e incluso –por
desgracia- tu sexo y tu
raza, ¿o se han olvidado de aquellos registros de
entrevistas de
trabajo que se encontraron no hace mucho en una papelera? La
apariencia sigue triunfando, también en la oratoria.
Valdría la pena enseñar en los colegios cómo
expresarse en público, sobre todo a aquellos alumnos
tímidos a los que la sociedad del conocimiento
restará oportunidades. Porque se valorará
más lo que expresan que lo que saben. Siguiendo con las
indiferencias, hace un año se cerró el Año
Europeo de la Discapacidad y,
como por desgracia suele suceder con este tipo de periodos de
reflexión social, pasó desapercibido excepto para
las personas que padecen, en sus carnes o en las de sus seres
queridos, alguna minusvalía. Y dentro de las
discapacidades, una de ellas, que nos preocupa a los que
estudiamos el lenguaje,
es la afasia. Se define afasia como una alteración
adquirida del lenguaje
debida a una lesión cerebral focal, es decir, a la
pérdida del lenguaje, o de alguno de sus componentes, por
algún trastorno cerebral. Las afasias, como alteraciones
adquiridas del lenguaje, mayoritariamente son debidas bien a un
accidente cerebro-vascular (ACV o ictus), causado por trombos,
embolias, o hemorragias. Esta etiología es la predominante
junto a otras como traumatismos, demencias, virus o tumores.
En casi todos los casos la persona afectada por una afasia
además tiene otros problemas motores
(hemiplejias, por ejemplo), emocionales (como la depresión)
o cognitivos (problemas de memoria). Algunas
veces, la persona que padece la afasia preserva intacta su
comprensión lingüística y la lucidez de su
mente, pero pierde – parcial o totalmente- la capacidad
expresiva. Es entonces cuando se aplica la máxima inicial,
lo que dices es lo que eres, con más crueldad si cabe: a
alguien que no habla bien, o no puede hablar, no se le trata como
a los demás. No es de extrañar, entonces, que estos
enfermos caigan en depresiones en un primer momento: a la propia
aceptación de la limitación se une la
incomprensión del problema. Luego, las familias y amigos
reaccionan y entonces tratan con naturalidad al enfermo
–como debe ser-, mientras que el resto de personas, menos
allegadas, seguirán sin entender que aunque no hable como
los demás, el enfermo puede entender todo lo que se le
dice. A menudo será la comunicación no verbal su
gran aliado expresivo. Los trastornos del lenguaje son más
comunes de lo que nos pensamos, y aumentan en la sociedad con la
mayor longevidad de la población. La incomunicación puede
ser para los enfermos tan invalidante como otras discapacidades.
Pero, recordando las palabras de Miquel Martí i
Pol, ‘de vegades penso que la malaltia la tenen els
altres
’ (‘A veces pienso que la enfermedad la
tienen los demás’). Podemos preguntarnos si nuestra
sociedad tiene algún tipo raro de afasia. Se expresa en
algunas ocasiones de manera caótica y logorreica, y en
otras de modo reiterativo y monotemático. ¿Por
qué a veces todo el mundo habla mucho y otras nos callamos
y, aturdidos, no decimos nada? Tal vez es que la afasia social y
la indiferencia son el resultado del miedo. Por último,
los cuidadores merecen especial mención y todos los
elogios. Son las personas que, ya sean familiares o amigos,
voluntarios o trabajadores sociales, permiten vivir a los
enfermos llegando donde ellos no pueden. Los que cuidan (a los
que hay que cuidar también, que el cansancio tiene un
límite) son la voz de los que no pueden expresar sus
necesidades. Y descubrimos entonces cómo las personas,
afortunadamente, somos mucho más que las
palabras.

4. ¿Una cibersociedad
accesible?

Una concepción abigarrada de la cibersociedad nos
conduce también a pensar en las miles de posibilidades que
ofrece para las personas que poseen algún tipo de
discapacidad, sobre todo comunicativa. Porque si bien todas las
discapacidades suelen ser igual de invalidantes en todas partes,
las discapacidades con síntomas que afectan a la
comunicación añaden a su gravedad el aislamiento
social que producen. De entrada, la sociedad del conocimiento se
ha sensibilizado frente a los problemas
sociales, y tanto las discapacidades como los problemas de
comunicación lo son. La sociedad del conocimiento ofrece
nueva tecnología que permite comunicarse a aquellos que en
otro tiempo estaban aislados; unos porque viven lejos, y otros
porque no se pueden comunicar con normalidad. Recuerdo cuando
hace poco me fijé especialmente, antes ya lo había
visto, en un aparato sintetizador de voz que ayudaba a un ciego.
Me animó a leer el duro Ensayo sobre la ceguera, de
José Saramago, que me hizo comprender la importancia tanto
de la vista como del resto de capacidades sensoriales, a la vez
que me enfurecieron algunas afirmaciones del autor sobre la
solidaridad y el
altruismo social. La verosimilitud de la obra de Saramago me
asustó: ¿sería cierto que si la
mayoría de la población sufriera una discapacidad
permanente el mundo sería más hostil,
recrudeciéndose la lucha por la supervivencia? La velocidad a la
que sucede el cataclismo que plantea Saramago impide que la
sociedad se pueda adaptar al cambio brusco. La sociedad necesita
tiempo para los cambios. Asimilar cuesta. ¿Se está
adaptando la cibersociedad a las necesidades de las personas con
discapacidades? Ése es el planteamiento de la pregunta, el
orden correcto de los constituyentes, puesto que hasta hace poco
eran las personas con discapacidades las que debían
adaptarse a la cibersociedad. La cibersociedad ha ayudado ya a
algunas personas que sin la tecnología actual
estarían aisladas, jóvenes que sólo pueden
mover un dedo y viven conectados al mundo, en el mundo, gracias a
un ordenador con conexión a internet, en el que se
encuentran en igualdad de
condiciones que los demás. Porque la cibersociedad tiene
el poder de igualar. Mientras tanto, se van aislando más
personas que tenemos cerca, que no pueden adaptarse a las
velocidades que la vorágine exige, que quedan fuera de la
cibersociedad y suelen pertenecer no sólo al colectivo de
los discapacitados sino también al denominado Cuarto
Mundo. Porque la cibersociedad también tiene la capacidad
de aislar y olvidar. La accesibilidad de los nuevos sistemas globales
debe aumentar su alcance: ya sea en unos casos porque teniendo
los elementos técnicos a mano aún no están
diseñados los dispositivos que permitan el acceso a la
sociedad del conocimiento, a un gran número de personas
con minusvalías físicas; o en otros, cuando las
personas padecen déficits cognitivos o comunicativos,
porque es la propia red la que no se adecua a las necesidades
específicas de estos colectivos. Navegar por la red no
sólo implica una capacidad motora mínima – en
un futuro quizá reemplazable por unos meros electrodos
implantados en el cerebro, con los que navegar a voluntad -, sino
que requiere de unas condiciones cognitivas mínimas en las
que a menudo no se repara, y de una formación
mínima. Los problemas son complejos y deberán
tratarse políticamente, si nos centramos en la
accesibilidad para los colectivos marginados, a los que hay que
educar y formar, y destinar recursos
económicos. En cambio, los problemas de las personas con
discapacidades deberán analizarse algo más
individualmente, puesto que las manifestaciones
patológicas son muy diversas. Y será ahí, en
el análisis pormenorizado e individual de las necesidades
de los usuarios donde el diseño moderno deberá
incidir para resolver los problemas de accesibilidad a la red,
mejorándose por ejemplo el diseño
gráfico, haciendo más entendibles y asimilables
los contenidos, o con la creación de objetos especiales,
más ergonómicos, por parte de los
diseñadores industriales. Los interioristas por su parte
deberán pensar en la mejora de los elementos
proxémicos: la conexión a la cibersociedad requiere
de ambientes y entornos adecuados. Respecto a todos los
marginados por nuestra sociedad, han quedado al margen de la
cibersociedad. Han sido ignorados. Milagrosamente, tal es la
fuerza de nuestras ganas de comunicarnos, algunos de ellos han
podido subirse al carro, sobre todo cuando de aprender a
conectarse a la red dependía el poder hablar con
familiares lejanos (caso de los inmigrantes). Otros no saben ni
lo que es un ordenador. Por ende, hemos visto que la sociedad del
conocimiento es también la del desconocimiento. El
desconocimiento de realidades muy próximas
físicamente y que quedan al margen de la cibersociedad. Al
margen de estos debates y de este Congreso. La cibersociedad
más urbana también nos está privando
–¡y no tendría porque ser así!- de
aquel apoyo que, en las zonas rurales aún se dan los
vecinos. Quizá hablamos con mucha gente por la red y en
cambio no lo hacemos con los que tenemos más cerca.
¿Saben como se llaman los vecinos de su bloque o de la
casa de al lado? ¿de su rellano? Tal vez la cibersociedad
nos está conduciendo a otro tipo de comunicación y
paradójicamente está aislando a los sujetos sanos,
mientras que sí ha mejorado la comunicación de los
individuos con discapacidades físicas, para los que
está siendo vital. Para finalizar quizá valga la
pena preguntarse si, después de todas las comunicaciones
de este Congreso, de mucho leer y de tanto discurrir, nos
pondremos manos a la obra y empezaremos a trabajar por integrar
realmente a los ignorados por la cibersociedad, cada uno haciendo
lo que sabe hacer: educando, invirtiendo los recursos
económicos necesarios, realizando políticas
cibersociales, diseñando, desarrollando nueva
tecnología y divulgando, de una vez, la importancia del
sueño de una vida mejor. Porque la sociedad puede
demostrar que no es afásica, y que Saramago se
equivocaba.

5. Normal

 [1] – La definición del concepto
de sociedad es harto compleja: baste una rápida
revisión a los diccionarios que tengan a mano. Esa
dificultad es la que hereda, ineludiblemente, la
definición de cibersociedad.

 [2] – Vendría muy bien
aquí un emoticono.

 [3] – Animo a toda persona a que, sin
tardanza, me proporcione una buena definición de
sociedad.

 [4] – Ahorraremos los plurales, a partir
de ahora, por comodidad.

 [5] – A los lingüistas, como a los
científicos, nos gusta jugar con los casos
patológicos. No pensemos aquí en los contestadores,
las grabaciones, etc.

Tony Hernández –

Los materiales,
obras y contenidos de presentación, difusión,
invitación y explicación de los diferentes Grupos
de Trabajo que componen este 'II Congreso Online 2004'
están gobernadas por la siguiente Licencia de Creative
Commons:

Licencia de
Reconocimiento-NoComercial
Más
información sobre la aplicación de la licencia al
Congreso

Partes: 1, 2
 Página anterior Volver al principio del trabajoPágina siguiente 

Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

Categorias
Newsletter